Los orígenes del son jarocho
se remontan al siglo XVIII en donde la música venida de España, primordialmente de la zona de Andalucía y de las Islas Canarias
adquiere un carácter muy peculiar en nuestras tierras al mezclarse con las influencias africanas que pululaban la cuenca del
caribe en esas épocas y el sustrato indígena que poblaba originalmente estas tierras. Ya desde el siglo XVII y gracias a la
Inquisición sabemos de ciertos géneros musicales propios de “mulatos y gente de color quebrado” que se practicaban
en diferentes sitios de Veracruz y otros lugares de "la Nueva España." Sones como “El chuchumbé”, “El jarabe
gatuno” y otros bien pueden ser los antecedentes directos de los diversos sones que pueblan el territorio nacional,
entre los que está el son jarocho. Santiago de Murcia ya recrea en a mediados del siglo XVIII algunos “sones de la tierra”
que evidentemente abarcaban los universos afromestizos en los que el son jarocho se estaba forjando. Sevillanas, fandanguillos,
bulerías, garrotines, peteneras desde España ya eran resultado de una mezcla bastante interesante de la música árabe con la
tradición gitana, melodías judías y música bizantina. Si reunimos las coplas, el rasgueo de los laúdes y guitarras y el zapateo
con el tejido rítmico, la antifonía, la improvisación, y el uso de jitanjáforas y onomatopeyas, elementos provenientes de
África, podemos imaginar cuales son las herencias musicales que conformaron en tierras veracruzanas lo que actualmente conocemos
como son jarocho.
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El arpa, instrumento indispensable en la música jarocha |
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